Irán, al borde del ataque de nervios

En Irán, el bajo nivel de reservas de agua es preocupante. Asociado al aumento de las temperaturas, provoca cortes de electricidad y anuncia una crisis energética sin precedentes en un contexto de máxima tensión geopolítica.

A busy street lined with shops, people walking, and colorful lights among trees.
Teherán, 20 de diciembre de 2017. Una calle de la capital iraní.
Roberto Franceschini / Flickr

El 28 de agosto, la troika europea –Reino Unido, Francia y Alemania– anunciaron la activación del mecanismo de “snapback”, que restablece las sanciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) contra Irán. Esa cláusula de salvaguardia, incluida en 2015 en el acuerdo de Viena sobre el programa nuclear iraní, permite que cualquier miembro signatario que detecte un incumplimiento lo denuncie ante el Consejo de Seguridad. Si en un plazo de treinta días no se llega a un arreglo del diferendo, puede restablecerse el conjunto de las sanciones adoptadas en 2006 y 2010 por la institución contra Irán –embargo de armas, congelamiento de activos financieros, restricción de la circulación de los dirigentes iraníes, pero también prohibición de proyectos de cooperación militar y de algunas exportaciones–. Las relaciones diplomáticas entre Irán y los occidentales están frenadas, y esa amenaza parece el último recurso que tienen al alcance para ejercer presión.

En un país fragilizado, la medida aumenta la presión económica sobre una población ya afectada por la inflación, los bombardeos israelíes y estadounidenses de junio, y las políticas de ajuste implementadas desde hace varios años. A ese contexto se agrega una crisis hídrica sin precedentes.

Una agricultura que consume mucha agua

En Teherán, capital de más de 9 millones de habitantes, las precipitaciones disminuyen regularmente y agravan los efectos conjuntos del calentamiento global, de decenios de mala gestión y de una red de distribución vetusta. El rápido agotamiento de las capas freáticas alimenta el descontento popular, ya cargado por las presiones sociales, las dificultades económicas y las desigualdades de acceso a los recursos.

Los indicadores de la ONU clasifican a Irán como un país con estrés hídrico muy elevado. En 2021, se extrajo el 81% de los recursos hídricos renovables del país. Ese nivel no deja ningún margen de seguridad frente a sequías y percances climáticos. A escala nacional, los datos de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) confirman un predominio del uso agrícola (aproximadamente 90% de las extracciones), lo que constituye un factor central de tensión en torno al recurso.

En 2024-2025, en el marco de su programa de compras garantizadas, el Estado adquirió cerca de 12 millones de toneladas de trigo a los agricultores nacionales. Un récord histórico que le permitió afirmar una cuasi autosuficiencia de cereales. Pero gran parte de la agricultura sigue orientada hacia las frutas y las verduras, que consumen mucha agua –como el pistacho, cuya mayoría se destina a la exportación–, sin una verdadera adaptación a la creciente escasez del recurso. Esta mala gestión consume aún más las capas freáticas y vuelve al país vulnerable a las penurias. Sin embargo, el arroz, alimento de base y plato cotidiano de los iraníes, se sigue importando masivamente, sobre todo de India, que provee más del 80% del volumen anual, muy lejos de los otros abastecedores. El maíz destinado a la alimentación animal proviene en su mayoría de Brasil.

Agua contaminada y hundimiento del suelo

Datos recientes de la Compañía de Agua y Saneamiento de Teherán indican que cerca del 11% del agua se pierde físicamente por fugas. Una tasa similar se va en las pérdidas vinculadas a los robos, fraudes o medidores defectuosos. Así, el agua no facturada asciende a cerca del 22%. Esta situación se agrava por la insuficiencia crónica de inversiones en el mantenimiento de la red. Los precios del agua, fijados por el Estado según el principio del “alineamiento del consumo” –es decir, una tarifa ligeramente más costosa para los hogares de consumo elevado– son muy bajos en línea general y no cubren los costos reales. Asociado a una reducción del presupuesto público en el marco del ajuste, impide que el Estado invierta en el mantenimiento y la modernización de la red.

Por último, al cartografiar el corredor oeste de Teherán (Shahriar), los equipos del Instituto Iraní de Investigación del Agua pusieron en evidencia el vínculo entre bombeo excesivo, caída del nivel de las capas y deformación del suelo. Entre el 60 y el 70% de las aguas residuales de Teherán se infiltran en el suelo debido a una red de saneamiento insuficiente, lo que hace ascender la capa freática entre 1 y 2 metros por año, y hasta 10 metros en cuatro años en algunas zonas. Esto genera graves problemas de contaminación y de estabilidad del suelo. Según una habitante del barrio popular de Punak, en el noroeste de Teherán:

En nuestro barrio, el agua del grifo a veces tiene un olor extraño. Nos dicen que no la bebamos. Pero no siempre tenemos el dinero para comprar agua embotellada.

En la aglomeración de Teherán, el hundimiento del suelo a veces llega a decenas de centímetros por año y amenaza edificios, rutas, líneas eléctricas, tuberías y subterráneos. Este fenómeno de subsidencia, confirmado por estudios científicos y análisis por teledetección, también afecta a ciudades como Isfahán, en el centro de Irán, donde corren riesgo monumentos históricos y sitios patrimoniales.

“Dejan que nos cocinemos vivos mientras ellos se bañan”

A esta tensión del agua se agrega una fragilidad energética, revelada brutalmente durante el verano boreal de 2025. En junio, Israel bombardeó varias infraestructuras iraníes –refinerías, depósitos de combustible en los alrededores de Teherán y una parte del gigante campo gasífero de South Pars, principal proveedor de las centrales térmicas–. Esos ataques redujeron el abastecimiento de gas y contribuiría al aumento de los cortes de electricidad en varias provincias.

Poco después de la ofensiva, en julio, tuvo lugar una ola de calor excepcional que alcanzó más de 50 grados Celsius en varias ciudades del sudoeste del país. Eso provocó un pico inédito de consumo eléctrico que, según el Ministerio de Energía, desequilibró la producción y la demanda. La sequía redujo el aporte hidroeléctrico, mientras que el envejecimiento de la red, agravado por la falta de inversiones en un contexto de ajuste, aumentó su vulnerabilidad. Para limitar la demanda, las autoridades ordenaron una jornada de cierre excepcional de bancos y oficinas gubernamentales.

Casi cotidianos en Teherán y en otras 28 ciudades, los cortes programados –que pueden ascender a más de cuatro horas por día– perturban fuertemente la vida de los hogares, comercios, industrias y servicios públicos. Detrás de esos cortes planificados se esconden historias de calor agobiante, de privaciones y de desigualdades soportadas a duras penas. Un almacenero del sur de Teherán denuncia:

Aquí, en Molavi, sufrimos cortes los siete días de la semana, a veces dos veces por día. Y arriba, en los apartamentos del norte con piscina, solo cortan la electricidad una vez por semana, si es que lo hacen. Con este calor abrasador, dejan que nos cocinemos vivos mientras ellos se bañan.

En las redes sociales, una estudiante de ingeniería civil escribió:

En la residencia universitaria cortan el agua durante horas. Ni siquiera podemos ducharnos, y este calor nos deja pegajosos de sudor, mientras esperamos que restablezcan el servicio.

Una mujer de la residencia describe:

Tengo que cuidar a mi mamá, que está enferma. Me duele la espalda, pero tengo que subir por la escalera porque el ascensor no funciona. Y como no hay agua del grifo, compro bidones que subo yo misma hasta el apartamento. Nadie se preocupa por nosotros.

Un descontento profundo

Frente a estas crisis, a comienzos de 2025 resurgió la idea de desplazar la capital. Se crearon dos consejos de estudios para evaluar la transferencia de algunas funciones hacia Makrán, en el litoral sudeste, pero no se tomó ninguna decisión. Los partidarios de la medida mencionan la contaminación, la subsidencia y la escasez de agua en Teherán como las principales razones. Los opositores denuncian un proyecto a las apuradas e irrealista, y estiman que sería mejor invertir los miles de millones necesarios en la modernización de la capital actual.

El debate político refleja esas tensiones. Los reformistas piden cambios estructurales, modernizar las redes y aumentar la cooperación con las instituciones internacionales. En agosto, en el sitio del periódico Shargh, el exdiputado Mahmoud Sadeghi estimó que “no hay economía de resistencia que pueda funcionar sin seguridad hídrica”. Los conservadores, en la edición del 30 de julio del periódico más antiguo de Irán, Kayhan, defienden el aumento de la oferta a través de centrales, represas y transferencias intercuencas para fortalecer la autosuficiencia y evitar cualquier dependencia estratégica en período de sanciones. Una tercera posición, defendida por algunos expertos, recomienda una gestión integrada de la demanda, con tarificación progresiva, reutilización de las aguas residuales y lucha contra las pérdidas, un conjunto de medidas consideradas más eficaces a corto plazo que los grandes proyectos de infraestructura.

La crisis actual combina los efectos acumulativos de decisiones políticas, limitaciones climáticas y presiones económicas exacerbadas por las sanciones internacionales y las tensiones regionales, a las que se agrega una amenaza real de escalada militar. Para gran parte de la población, la vida cotidiana alimenta un sentimiento de injusticia y la amarga comprobación de un futuro sin perspectivas. Ante la ausencia de una reforma estructural ambiciosa y la persistencia de tensiones exteriores, ¿no se corre el riesgo de amenazar la estabilidad del país y provocar una crisis interna de gravedad?

Precipitación media en Irán

(mm por año)
➞  2019-2020 : 317
➞  2020-2021 : 157
➞  2022-2023 : 191,7
➞  2023-2024 : 234,5
➞  2024-2025 : 169

Fuente: “Retrato estadístico de los recursos y consumos de agua en la provincia y la ciudad de Teherán”, Behrouz Gatmiri, profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Teherán, agosto de 2025.